Testimonio de una joven recuperada de su adicción en la Fazenda de la Esperanza: Elizabeth Mondino es una joven varillense de 24 años, que estuvo doce meses internada en la Fazenda de la Esperanza por adicción y, en diálogo con El Heraldo, dio testimonio acerca de su experiencia.
EH: Elizabeth venías de la Fazenda, por qué estás en Las Varillas?
EM: Estoy en un mes de experiencia. Al cumplir mi etapa de proceso de recuperación decidí donar un par de meses más a Fazenda. Parte de la experiencia es volver a nuestra realidad, porque también tenemos que saber cómo estamos. Entonces, como yo estaba en Uruguay, me quise venir un mes a Las Varillas antes de en octubre ingresar a la escuela de misión en Quilino así que ahora estoy participando con el Grupo Esperanza Viva, que ellos son como un brazo externo de Fazenda. Ellos me están acompañando durante todo este mes en mi experiencia en mi casa. Esto es un proceso de discernimiento de qué es lo que uno quiere, de encontrarse uno mismo, de saber dónde está su felicidad.
EH: ¿Cómo llegaste a la Fazenda?
EM: Llego a Fazenda después de cinco años de consumo a través del Grupo Esperanza Viva. Llegó un momento en el que pedí ayuda para salir de la situación en la que estaba, pero no quería ir a un psiquiátrico, no quería tomar pastillas. Me comentan del GEV, que es un grupo de autoayuda, que se reúnen una vez por semana; entonces decido ir, pero bueno, no podía dejar de consumir así que me proponen internarme en Fazenda. Tenía entre Fazenda de Córdoba o Fazenda de Santa Fe en Providencia, y bueno, me fui a Providencia en mayo del año pasado.
El primer mes fue muy distinto, muy difícil, no tenemos teléfonos, no tenemos televisión; la radio por ahí se trata de controlar lo que escuchamos. Nos teníamos que levantar a las siete de la mañana, rezar el rosario. Por ahí uno llega de un mundo totalmente mundano y se encuentra con una calma, con una paz que es totalmente diferente, un mundo totalmente diferente.
Y al principio me costó mucho, sí, el primer mes fue para mí el más difícil.
Después ya cuando uno va entendiendo que todo lo que se hace se hace por amor y con amor, y que hay personas que están donando su vida para ayudar a uno, le vas encontrando el sentido en el poder tenderle la cama a la compañera, cosas que antes no nos interesaban. Antes ni siquiera lavaba un plato por mí o por nadie.
EH: ¿Cómo fue el proceso hasta adaptarte?
EM: Tenemos rutinas ahí y cada una tiene un trabajo designado por semana. Una está en la cocina, hace el desayuno, almuerzo, merienda, cena para todas; hay otras que están encargadas del terreno, cortar el pasto, limpiar la casa. Y también el tema de manualidades, hacemos, canastas de productos durante todo el mes que después se manda a las familias. Vamos teniendo diferentes actividades cada una.
Por ejemplo, me acuerdo que la primera semana me pusieron a bordar y me agarró un ataque de locura, dejé todo. Yo ya me quería volver, pero bueno, ahí entendieron también que yo necesitaba gastar energías, entonces me pusieron en terreno a hacer cosas, así fuimos viendo el día a día. Si fuera por mí, yo todos los días me hubiese vuelto. Pero me propuse vivir el día a día, ver cómo me sentía cada día; y cada día me iba sintiendo un poco mejor; viendo la realidad de las demás, que cada una con sus dolores y con sus cosas también salió adelante. Eso me impulsaba mucho. Hasta los primeros tres meses fue así, y yo me enamoré de ese carisma, el carisma de la esperanza. Se trata de vivir el amor recíproco, se respira el amor. Se respira la buena voluntad. Si tuvimos una discusión, un encontronazo, no es «no te hablo más», tratamos de hablar, de recomenzar, se toma muy diferente las cosas. Pero también, trayéndolo hoy aquí al presente, veo cómo me sirve y me ayuda a vivir mi día a día acá afuera.
«Nosotros los adictos caemos, pero caemos por algo»
EH: ¿Cómo fue tu proceso de recuperación y desintoxicación?
EM: Bueno, yo ya había ido a la psicóloga y mucho no me había ayudado, o sea, cada uno es diferente y para cada persona hay una opción diferente también. Por eso hay psiquiátricos y hay lugares como Fazenda. Pero respecto a la desintoxicación, se necesita mucho gastar energías al principio, se necesita mucho estar activa para poder dormir a la noche; me costaba mucho dormir a la noche y me arrepentía de no haber ido a un psiquiátrico y tomar pastillas para dormir.
Pero no hay nada que ese acompañamiento que hacen las personas dentro de Fazenda, tanto las responsables como las coordinadoras, no logre. Ellas entienden ese proceso también porque hay muchas que lo pasaron. No hay nada que el amor y la comprensión no puedan lograr. Porque nosotros, los adictos por ahí caemos, pero caemos por algo. Dentro de nosotras tenemos cosas que nos han hecho llegar hasta donde llegamos, entonces esa comunicación, el llegar a confiar en alguien, a contarle nuestros problemas realmente, esos demonios que tenemos interiores, ayuda muchísimo.
EH: ¿Qué te hizo decir «hasta acá llegué, tengo que buscar algo que me ayude a salir»?
EM: Ya no tenía un sentido mi vida. Me encanta cocinar, yo soy cocinera y siempre fue mi pasión. Y había llegado a ese punto de no querer hacerlo más tampoco, al punto de perder a mi familia, dejar de hablar con toda mi familia, el perder a mis amistades. El hecho de llegar a vender todas mis cosas, de no tener dónde dormir. De ir de un lado para el otro. Nosotras decimos que tocamos fondo, porque realmente llegamos a un borde y no vemos más que oscuridad. Yo no veía más para dónde salir. Y la opción en ese momento que yo tomé era desaparecer de acá, y me quise despedir de lo único que más me ataba que era mi mejor amiga y entonces me hizo reaccionar, me dijo «Tenés dos opciones, no tenés un solo camino. Tenés otra opción también.» pero al adicto le cuesta mucho reconocer que tiene un problema principalmente.
«Si uno no quiere, si no pone voluntad, es muy difícil»
EH: ¿Vos creés que si no parte de uno quizás es más complicado recuperarse?
EM: Sí, porque a mí ya me habían hablado, me habían dicho. No directamente a veces, pero, por ejemplo, cuando yo fumaba marihuana, mi mamá me sacaba la marihuana, o cosas así y yo no entendía porque para mí no era un problema. Yo, no entendía que era una puerta que solamente se iba a seguir abriendo y no la podía cerrar.
Pero sí, tiene que nacer de uno. Si uno no quiere, si no pone voluntad, es muy difícil. Yo cuando intenté estar dos meses sin consumir, que iba al GEV para no internarme, no podía dejar de hacerlo, no tenía una estabilidad, o no consumía, pero me emborrachaba todos los días. Necesitaba de algo que me hiciera salir de ese estado calamitoso que tenía, de adormecer el interior.
EH: Decís que en fazenda volviste a la vida, ¿qué descubriste o redescubriste?
EM: Principalmente cualidades, a veces pensaba que no tenía o que no era capaz, o que solamente servía para tal cosa, o que me iba siempre mal por mi temperamento, por mi manera de ser. Pero descubrí también que lo podía controlar, que podía hacer las cosas de manera distinta, que yo las venía haciendo de una manera pero que no había probado otro camino.
También ser sincera, con lo que siento, cómo me siento, yo era una persona que siempre estaba bien, que nunca le pasaba nada. Entonces pude empezar a ser sincera, pero para conmigo misma también. Porque eso fue lo que a mí me llevó al consumo. Y una de las cosas que más me marcaron fue el aceptarme y el amarme a mí misma, porque la razón de por qué yo empiezo a consumir es por una falta de aceptación muy grande, porque claro, yo quería encajar en un estereotipo de gente.
«Sean honestos consigo mismos, y no tener miedo a pedir ayuda»
EH: ¿Cuál es el mensaje que le podrías dar a alguien que por ahí está pasando una situación como en la que vos estabas?
EM: Yo creo que me lo diría a mí hace 16 meses: que no tenga miedo de pedir ayuda. Me fue muy difícil de aceptar dejar de decir «No, yo sola puedo. Yo he hecho tantas cosas, por qué esto no.» No está mal reconocerse débil, porque quien se reconoce débil, es fuerte. Porque sabe que tiene una debilidad y es consciente de su debilidad. Entonces, por ahí muchos de los adictos no entienden, no son conscientes de este problema que sólo crece.
EH: Termina este mes de experiencia y ¿a dónde vas?
EM: me voy a Villa Quilino en Córdoba a una Fazenda femenina, me voy a hacer lo que se llama «escuela de misión» que es durante tres meses.
EH: ¿Vos terminaste el tratamiento?
EM: Yo terminé el tratamiento de recuperación, ahora estoy haciendo otras cosas para afianzarme yo, más conmigo misma, con el tema de mi espiritualidad, por eso la escuela de misión. Son tres meses de trabajo intensivo, intensivo espiritualmente y haciendo cosas para sustentarnos y para, por ejemplo, viajar a una Fazenda que esté más necesitada. Dentro de esa necesidad puede ser reanimar la Fazenda o ayudar a mantenerla, o hacer una misión para abrir una Fazenda.
EH: ¿Cómo fue la recepción del Grupo Esperanza Viva aquí en Las Varillas? Hay mucha gente que quiere recurrir y no se anima, ¿cómo puede hacer?
EM: Desde el GEV se juntan todos los lunes, por ahí, se reparten el trabajo entre dos o tres, Oscar, Silvia y Viviana, son como las cabezas del grupo. Cuando fui lo hice con un amigo, y me recibió Silvia, me llamaron aparte, me hicieron una entrevista y por primera vez conté todo, largué todo lo que tenía y ahí me dijeron que les parecía que debía internarme. Todos los lunes me seguían, me preguntaban cómo estaba, si necesitaba algo.Todo el tiempo muy pendientes.
EH: Es decir que no están solos, están muy acompañados.
EM: Sí, eso es súper importante, yo me siento segura y voy y puedo hablar en el mismo idioma, puedo sentirme libre al hablar, puedo decir si me siento enojada, debatimos mucho. Está bueno ese complemento que entre todos nos hacemos, no solamente van adictos, van padres o gente que tiene depresión o gente que quiere ayudar, que eso es importante, tienen esa predisposición para los más débiles y eso me parece que es un acto de amor tan grande que ahí están justamente para brindar ayuda. Creo que si están las herramientas y existe un grupo como el que tenemos, hay que darle utilidad. Hay que saber que podemos recurrir a eso, que no estamos solos. Eso hay que hacerlo saber, quiénes somos, dónde estamos y que los esperan con los brazos abiertos como lo hicieron conmigo hace 16 meses y lo siguen haciendo hoy en día también.
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